¿Por qué mis padres no me comprenden?
Imagina la siguiente escena
Son las seis de la tarde de un viernes. Daniel, de 15 años, se dirige a toda prisa hacia la puerta de la casa. “¡Vuelvo en un rato!”, les dice apresuradamente a sus padres, esperando que olviden hacerle la pregunta de siempre.
Ya debería saber que eso nunca ocurre.
—¿A qué hora vuelves, Dani? —le pregunta su madre.
Daniel frena en seco. “Mmm… no sé… —dice titubeando— pero no hace falta que me esperen despiertos, ¿eh?” Abre la puerta y está a punto de escaparse cuando su padre le dice: “¡Alto ahí, Daniel!”.
Daniel se queda congelado de nuevo y escucha a su padre decir con voz severa: “Te quiero de vuelta a las diez en punto. Esa es la regla y sabes que no hay excepciones”.
—¡Pero, papá! —rezonga Daniel—. ¿Sabes la vergüenza que me da decirles a mis amigos que tengo que estar tan temprano en casa?
—¡Diez en punto! —repite su padre, inflexible—. ¡Y no hay pero que valga!
¿Has estado alguna vez en una situación así? Trátese de la hora de llegada, la música, los amigos o la ropa, tus padres han impuesto las reglas y no están dispuestos a ceder.
Tranquilo, tus padres no son malos, es cuestión de que ambos se sienten a platicar y expresen el porqué de las cosas. Recuerda que tus padres no son de la misma época que tú y por ende, tienen diferentes formas de pensar. Así como tú, tus padres también fueron hijos y también hicieron los mismos berrinches que tu haces con tus abuelos. Así que si piensas que con ellos no es posible negociar te sorprenderá que ellos estén más dispuestos de lo que tu crees.
La clave está en la manera de presentar los argumentos. Sigue estos pasos y verás lo efectivos que son:
Identifica el problema. Anota el asunto sobre el que tus padres y tú no logran ponerse de acuerdo.
Reconoce tus sentimientos. Escribe una palabra que describa cómo te hace sentir la actitud de tus padres: enojado, triste, avergonzado, desconfiado…
Ponte en el lugar de tus padres. Imagínate que tienes un hijo adolescente que está pasando por la misma situación que anotaste en el punto 1. Si fueras padre, ¿cuál sería tu principal preocupación, y por qué?
Reevalúa la situación. Hazte las siguientes preguntas: “¿Tendrán algo de razón mis padres?”, “¿Qué puedo hacer para calmar su preocupación?!
Habla del tema con tus padres y busquen soluciones juntos.